jueves, 10 de octubre de 2024

Ruinas de Mota del Marqués


Ruta corta y sencilla de subida y bajada al punto más alto de Mota del Marqués para, por un lado, ver las ruinas de la Iglesia de El Salvador y del la Torre del Castillo y, por otro, para probar como asciende y desciende Chiqui con su silla de ruedas.

Era nuestra primera visita a Mota, y eso que cada vez que yendo o viniendo por la A6 veía las ruinas pensaba que teníamos que admirarlo de cerca. Primera vez también que saco a mi perro Chiqui, que tiene una discapacidad, de su zona de confort, no eligiendo la ruta en función suya, esperando que pueda con ella y que todo salga bien. 
Al entrar en el pueblo, sabiendo ya el planazo que le esperaba, Chiqui iba dando tales aullidos que paré en cuanto pude y aparqué el coche frente al Colegio Rural Agrupado. Como imaginaba no le pasaba nada, solo que estaba impaciente por empezar. Fui lo más rápida posible en ponerle la silla de ruedas, coger la mochila y cerrar el coche. Me daba cuenta de que si subíamos por donde él quería nos iba a tocar atrochar, en medio de cardos y espigas, pero... es muy joven y, a pesar de la discapacidad y de la silla, se comporta como si no tuviera limitaciones.

La subida no fue cómoda hasta las ruinas de la Iglesia de San Salvador y yo iba preocupada de que con la maleza tan alta nos saliera una víbora, pero no, solo nos cruzamos un ratón de campo que nos evitó.


Llegamos a las ruinas y paramos a hacer unas bonitas fotos de Mota del Marqués desde arriba. Desde ahí ya ascendimos hasta las ruinas de la Torre del Castillo por senderos más o menos estrechos pero desbrozados. Pude disfrutar del paisaje típico de los Montes Torozos, que a mí me gusta mucho, y apenarme por el esperpento de los parques eólicos.

Hay algunos tramos que van entre el foso del Castillo y la ladera que cae. Yo tenía miedo de que «la curiosidad matara al gato» y Chiqui se despeñara, pero son aprensiones mías porque él tiene clarísimo sus límites. Solo tuvo dudas en el último tramo porque creo que las ruinas apuntaladas con un andamio del Castillo no le motivaban mucho. 

Como en todos los cerros de la provincia de Valladolid hay cuestas de la característica tierra arcillosa, tan blanca a veces que casi parece cemento o yeso, y algunas son un poco verticales tanto para humanos no experimentados como para perros en silla de ruedas. Así que fui un poco preocupada en el principio de la bajada pero enseguida vi que frena de maravilla con las patas delanteras. Volvimos por el mismo camino hasta las ruinas de la Iglesia y de ahí al pueblo, esta vez sin atrochar, por el camino más lógico, que es el Camino de la Villa hasta la Plaza Mayor, luego hasta la Plaza del Corro Amarillo y, por último, hasta el lavadero donde Buni se bañó rodeada de carpas rojas que salieron despavoridas en dirección contraria al ver tal compañera; pero Buni es muy práctica y solo tenía interés en refrescarse.


Nos quedó mucho por ver en este municipio con tanta historia, pero cumplimos nuestros objetivos principales y nos volvimos tan contentos para casa. Aunque modesta esta es la primera, y espero no última, ascensión de Chiqui, ¡mi campeón!

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