Mi primera noche con él fue en Valsaín.
Juntos pero no revueltos, cada uno en su vivac, pasando el examen de la formación de guía de montaña.
Me siento orgullosa de que hayamos sido compañeros, no por su nivel sino por el mío. En la formación de guía de montaña el concepto de igualdad se entiende como que la mujer, para aprobar o sacar nota, lo hace todo igual que el hombre (mismo peso, mismos tiempos de corte, misma técnica). Y si eso no es sencillo de por sí, mucho menos cuando en el pupitre de delante tienes a ultrafondistas de la selección madrileña de carreras por montaña, en el de la derecha a un campeón internacional de skyrunning y en el de la izquierda escaladores con grado 7-8. Allí el más lento había hecho dos UTMB y 3 GTP. Con cada lágrima derramada me decía para animarme «tranquila, Bea, que esta gente va a forjar tu leyenda». Pero, a medida que pasaban los días y las horas, y a pesar de estar aprendiendo mucho y en parajes preciosos, deseaba huir como un corzo. Tal vez (aún no lo tengo claro) para ser guía de montaña es imprescindible que una mujer iguale a un hombre físicamente pero es una lástima que no se trabaje en la dirección inversa, que un hombre iguale las capacidades de una mujer. En ese sentido, es un mundo muy atrasado con respecto al mío y me ahogo en él.
Me reconfortó comprobar que, en esta obsesión por la supremacía del físico masculino, nadie o casi nadie se daba cuenta de que la velocidad de mi compañero no nace de las pulsaciones de su corazón o de los músculos de sus piernas, sino de la agilidad con la que lee el terreno. Posa su mirada sobre el horizonte y en su mente se dibuja la orografía como si fuera un mapa de Adrados. Todos (profesores y compañeros) se llevaron las manos a la cabeza cuando él se presentó al examen sin mapas. Yo no, porque ¿desde cuándo ha necesitado mapa un rebeco para andar por el Puerto de la Fuenfría? Cuando eres bueno lees el mapa, la partitura, el discurso, etc.; pero cuando eres excelente lo haces de memoria. De toda la vida.
Somos de mundos distintos pero tenemos una cosa en común, el ansia de libertad. Me tendió la mano. Pudiendo alardear con la superioridad del campeón, lo que le salió del alma fue el instinto de protección. Fue él quien eligió el sitio de mi vivac a su lado por si yo le necesitaba por la noche.
A las tres de la mañana aquello más que un campamento parecía un zoológico y quien primero se levantó para negociar con los dueños de la zona no fueron los profesores ni los dioses deportivos sino la pianista y es que, no sé a valor, pero a oído no me gana nadie. Él sí sacó la cabeza para comprobar que yo estaba bien y al ver que el zorro y yo estábamos sentados juntos como si fuera la famosa escena de El Principito de Saint Exupéry en la que se explica cómo se construye una amistad, se volvió a dormir. Debo confesar que luego envié al zorro a que molestara a los que no eran tan amables conmigo… pero nunca pensé que me haría caso y se les metería dentro del vivac.
Viniendo de la música clásica, sé que no hay gran talento sin gran fragilidad. Cuanto más grande es el talento, más complejo es ordenarlo. La película Amadeus de Milos Forman no es fiel a la biografía de Mozart, pero sí ilustra lo difícil que resulta a un genio amoldarse a las convenciones. Por eso mi compañero a mí también me inspira instinto de protección.
Mientras todos le halagan por cómo sube yo le hago ver que un récord sin reloj y sin testigos no puede considerarse récord. Me saca de quicio cuando bate el récord del Camino de Santiago y se olvida que hay que sellar la credencial del peregrino, pero me encanta cuando utiliza el voseo del castellano antiguo y dice «vos digo que entrenéis mucho». Nunca se enfada conmigo. Solo dice que él es un rebeco y yo me muerdo la lengua para no decir que sí, que sube con un rebeco pero que a veces es terco como una mula.
Ha nacido para hacer historia. Tiene el potencial para destronar a todos los reyes de este deporte y la única arista que se le resiste es la de gestionar su propio talento. Además será un gran guía de montaña porque, a diferencia de todos los que necesitan hacer un alarde continuo de su físico o de su técnica, el prioriza cuidar a los demás.
En esta entrevista se muestra muy prudente, demasiado a mi gusto, pero la culpa es mía, porque llevo seis meses repitiendo en bucle una melodía de cuatro notas: —Cabeza, Manu, cabeza.
Bienvenidos a la personificación del talento, Manuel Merillas
Beatriz C: La primera pregunta es obligada. ¿Te has recuperado por completo de la lesión?
Manuel: De correr al 90% pero tengo que ser cauto e ir con cuidado, ya que estoy en proceso de recuperación, y en poco tiempo ya sí estaré al 100%.
B: Hace poco diste una charla sobre el antes y el después de la lesión. ¿Nos haces un resumen de lo que contaste?
M: La charla que di hace poco en Páramo del Sil fue un pequeño resumen del pasado, presente y futuro de una lesión grava, enumerando los pasos a seguir para conseguir volver con más fuerzas y garantías.
B: ¿Sientes que estás ya al máximo de tus posibilidades o que aún necesitas algo más de tiempo para sentirte al 100%?
M: Estar al 100% en 7 meses que llevo corriendo es imposible y más si aún no empecé a hacer las series rápidas en llano o bajadas fáciles. Además, estar al 100% desde mi punto de vista es algo que no existe para mí ya que no busco los picos de forma sino que cada día intento superarme y disfrutar con ello.
B: Si no me equivoco, este 2018 ha sido para ti como un año de tanteo, de recuperar sensaciones y sobre todo la ilusión. ¿Es así?
M: Este 2018 ha sido un año de descubrir una nueva forma de ver las montañas y de cómo disfrutar de ellas, además de tantear si estoy bien de la lesión.
B: Me gustaría repasar contigo los mejores momentos de este año desde que volvimos a verte en Ski hasta tu emocionante entrada como primero de la Travesera, tu récord en el 3 KV de la montaña palentina, otros primeros puestos, récords…. Cuéntanos, además del pódium o del récord, qué te ha aportado interiormente cada uno de ellos.
M: Esta pregunta es muy fácil para mí. Los mejores momentos de este año son aquellos en los que piedra a piedra he disfrutado sin dolor.
B: Cuando te leo no me queda claro si vas a optar por una elección de carreras basada en la cercanía y en tus gustos o si vas a volver a la competición de élite nacional e internacional.
M: Para el 2019 tengo algunas carreras en mente y sobre todo tengo retos por hacer. Pero lo que tengo muy claro es que buscaré carreras que me gusten, me atraigan y disfrute de ellas por el recorrido y la gente.
B: ¿Ya hay alguna carrera fijada en tu calendario del 2019?
M: De momento no, aunque el que me conozca ya sabe que siempre hay alguna a la que si puedo ahí estaré, pero lo mejor que puede hacerse es no atarse y buscar cosas que hacer y no solo ir a carreras.
B: ¿Vas a formar parte de alguna selección autonómica o nacional?
M: Por el momento solo en la selección de Castilla y León de travesía. Más adelante ya se verá.
B: Esta pregunta sorprenderá a muchos. ¿En qué tiene que mejorar Manuel Merillas?
M: ¡Tengo que mejorar en todo! Siempre he pensado que cuando crees que estás al máximo, se puede mejorar, ya que la perfección no existe.
B: ¿Qué es el espíritu de la 20 del que hablas en las redes sociales?
M: El espíritu 20:20 es la base de nuestro club. La 20veinte es una serie de aptitudes, pensamientos y formas de actuar que, todo miembro del club reúne. De ese modo conseguimos ser un grupo muy unido donde todos nos ayudamos.
B: ¿De qué manera ayudas tú a la gente que quiera formar parte de este equipo?
M: Principalmente les ayudo en todo lo que puedo. Doy consejos, resuelvo dudas, formo parte del club, aprendo de todos y además entreno a un buen grupo que cada día veo cómo mejoran y este proceso me encanta.
B: ¿Hay alguna carrera asturiana que te haga ilusión correr en el 2019?
M: Mi primera carrera fue la Quebrapates Peña Mea en Pola de Laviana en el 2009, y me encantaría poder volver a correrla. Es una carrera con muy buenos recuerdos de la que quiero volver a formar parte.
B: Queridos lectores, vos prometo que en unos meses le volvemos a entrevistar.
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